sábado, abril 17

In fraganti


Fran me llamó desde la oficina para avisarme que llegaba en un par de horas”. Yo acababa de salir de la ducha. Iba a una reunión.

“¿Qué ropa te vas a poner, cielo?”

“Un vestido normalito, blanco, sin escote, cuello alto, medias…”

“No quiero que te pongas nada más que las medias. Quiero que sientas el frío en tu sexo al ir por la calle. El calor, si algo te excita. Tu flujo bajando por tus muslos como si fuera mi lengua.”

Así salí a la calle, con mis pezones duros y mi sexo alerta. No se me podían borrar las palabras de Fran.

Después de la reunión, llegué a casa y le llamé para ver si tardaría mucho. Se rio y me colgó. El recuerdo de haber estado frente a tres hombres sin llevar ropa interior puesta, su ignorancia, la humedad que me notaba al cruzar y descruzar mis piernas me encendió más. No podía esperar a Fran, así que me quité el vestido, me tumbé en el sofá y comencé a tocarme delicadamente.

Justo en el momento en que mi mano izquierda jugaba con mis pezones, y mi dedo corazón de la derecha acariciaba lentamente los laterales de mi clítoris para prolongar el momento de goce, oigo la voz de Fran:

“¿Cielo, te ayudo?

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