sábado, abril 17

Primera vez


Llegó mi hermana como siempre, estresada, agotada, desquiciada como si fuera la única mujer que trabaja y lleva una casa a pesar de que tampoco tiene hijos a decirme que sus suegros y cuñados han invadido su casa y que por favor le deje una habitación a su sobrina.
Me niego tajantemente a sentirme invadida. Además la estresada, la agotada, la desquiciada, en resumen, la mal "atendida" no soy yo. Fran me atiende muy bien. Pero a veces me da hasta pena, así que convencí a Fran de que esta noche, que pensábamos ir cada uno por su lado, se pasase al menos un rato a hacerme compañía.
Unas horas más tarde aparece la niñata con cara de pija, mojigata y menos "atendida" que mi hermana. “Nada, es un favor que ya te devolveré, hija”, me dice.
Nos sentamos a cenar y Fran, entre divertido y disfrutando de alguna manera de la situación, empieza a hacerle un cuestionario a la niñata que al final hasta me hace reír y todo. Después de cenar nos vamos a tomar el café al sofá. Ella no toma y se queda plácidamente dormida. Iba yo a decirle que subiera a su habitación cuando Fran me dice que la deje, que le da morbo tocarme mientras ella está allí.
Yo le confieso que verle la faldita esa subida me excita y que si nos tapamos con la manta le dejo que haga lo que quiera. Fran, sigue mirando la tele y mientras me abraza, con sus piernas y sus brazos y yo intento también mirar la peli, va metiendo sus dedos dentro de mi tanga buscando directamente mi clítoris. Yo no puedo dejar de suspirar mientras siento los dedos de él y miro las piernas torneadas de ella. Subo la mirada hacia sus pechos pequeños pero duros con los pezones marcados. Antes de correrme le pido a Fran que subamos, no aguanto más las ganas de chillar, de llegar a un orgasmo a gritos como me gusta, así que despierto a la chica y nos vamos los tres para arriba.
Una vez en la habitación doy rienda suelta a mi delirio. No dejo de implorarle a Fran que me alivie y mientras entra y sale de mi me dice que lamenta no haber sido solo él quien me puso así sino también la sobrina de mi hermana. Que me lo diga así, sonriendo, en tono burlón, me enciende aún más y le suplico que me lo haga por detrás mientras me masturba. Lo hace porque sabe que es la postura que más me gusta. Y en ese preciso instante noto que no estamos solos, que ella nos espía por la puerta entre abierta de la habitación. Contrariamente a lo que ahora pienso, seguí disfrutando de Fran y dejé que nuestra voyeur particular también disfrutara. Acabé antes que Fran y me separé de él rápidamente para invitar a nuestra espía. No quería asustarla, así que tumbada en la cama boca arriba, aún sintiendo el semen de Fran escapar por mi vagina, la llamé en voz muy baja.
“Carlota, ven, por favor”. Fran me miraba incrédulo al verla entrar sin poner objeción y sin dar la más mínima explicación.
El sexo de Fran parecía hincharse aún más. Hice tumbar a Carlota entre los dos y poco a poco la fuimos desnudando. Ella no ponía resistencia, es más, su cara de gozo nos ponía más a los dos. Fran la besó levemente en los labios como pidiendo permiso. Luego bajó hacia sus pezones erectos, duros casi entumecidos, su pecho palpitante.
Yo me bajé hacia su sexo con poquísimo vello, bien depilado por los lados como para poder llevar muy bien un tanga. Comencé a rozar mis labios con los de su vagina, despacio, casi imperceptiblemente. Carlota gemía despacio, casi avergonzada pero no daba la impresión de que deseara que cesásemos de darle placer.
Sus gemidos se hacían cada vez más intensos, mi lengua serpenteaba por su sexo bañado ya. Fran me hizo un gesto. Entendí que no quería que la hiciera correrse aún, así que me quité.
Fran introdujo lentamente su pene en la boca de Carlota que lo chupaba como si le fuese la vida en ello. Fran se retiró. Ambos la miramos. Carlota se montó encima de Fran y dejó que él desgarrara su virginidad mientras me pedía que la tocara. Se le caían las lágrimas al sentir el dolor de la envergadura de Fran dentro de ella pero gemía y cabalgaba lenta pero acompasadamente sobre él.
Le sugerí mi postura preferida, así podía yo ir masturbándola despacio, pero se negó, quería sentirlo a Fran por completo. Cuando Fran acabó, la sentó sobre mi boca e hizo que la lamiera. Suspiraba, gozaba por primera vez en su vida y no quería perderse nada. La tumbé de espaldas y mientras Fran atacaba sobre mi retaguardia, me comí a la lolita hasta hacerle arrancar el mejor orgasmo de toda su vida.

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