domingo, mayo 23

Sado no, pero casi


Cumplir fantasías está en nuestros planes desde siempre. Esa noche estaba yo a mil ya antes de que llegara Fran. Había estado leyendo blogs y eso, como ya sabéis, me pone a cien.

Me desnudé frente al espejo, me puse unas gotas de perfume donde se debe y así lo esperé, sentada en el sillón de la habitación durante una larga hora mojándome al pensar en lo que vendría. Sentía mi sexo palpitar.

Entró en la habitación y al verme comprendió (o al menos eso pensó) de qué iba la sorpresa. Le dije que no me tocara. Le pedí que se desnudara. Verlo hacerlo casi en cámara lenta me ponía aún más pero reprimí mis ganas incontrolables de tocarme o de pedirle que lo hiciera él.

Se tumbó en la cama boca abajo como le pedí. Me puse en cuatro aptas sobre él pero sin tocarlo más que con mi lengua que serpenteó sobre su espalda. Desde el tronco del cuello hasta su rabadilla. Sentí su cuerpo tensarse en ese punto. Un sudor repentino le cubrió la espalda. Se quejó, le pedí silencio.

“Miedo me das, cielo”

Seguí a mi ritmo, lentamente, de arriba hacia abajo, deteniéndome en cada detalle de sus espalda. Sentía como mi sexo se hinchaba cada vez más, como palpitaba, como seguía humedeciéndose, como una gota de flujo transparente resbalaba por mi entrepierna. Subí sus caderas lo suficiente como para poder tocar su sexo con mi mano izquierda y notarle retorcerse de placer. Acaricié su glande con delicadeza. Fran gimió y me imploró que siguiera hasta que mi dedo índice intentó penetrarle. Dio un respingo, se giró y me miró como asombrado ante mi osadía.

-Calla, date la vuelta y goza.

-Pero cielo…

- Que te des la vuelta y confíes en mí.

Increíblemente accedió a mi orden aunque no muy convencido.

Volví a ponerme en mi postura, Volví a coger su miembro ahora un poco menos erecto, Seguí lamiendo su espalda y cuando lo sentí entregado, volví a repetir mi hazaña. Fran solo gemía, saqué mi dedo índice y lo cambié por el dedo corazón mientras mi otra mano seguí su camino arriba y abajo de su miembro. Cada vez que lo notaba a punto de estallar, lo soltaba y metía más mi dedo dentro de él. Fran protestaba, yo seguía. Quería arrancarle emproperios. Me costó pero lo logré.

Seguí jugando duro con su sexo y en el momento mismo de su orgasmo más preciado metí dos dedos dentro de él arrancándole un orgasmo lento, largo, inusitado. El charco del blanco elemento quedó bajo la piel de Fran. Besé su espalda, su cuello, sus brazos.

Cuando giró complacido y avergonzado, según sus propias palabras, me vestí y bajé las escaleras para preparar algo de té.

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