martes, junio 1

Rodrigo


La cercanía mutua nos estaba confundiendo y decidimos dejar pasar una semana antes de vernos.

Tres días más tarde cogí un avión a la costa otra vez a casa de mi amiga Lucía, que esta vez si estaba en casa. Le conté detalladamente lo acontecido, el contacto casi imperecedero de Fran en mi casa y en mi vida, las aventuras de ambos, etc.

Lucía sentenció que necesitaba salir y ver gente nueva, no fuera cosa de que me fuera a enamorar. Nos fuimos a una disco esa misma noche. La noche en que conocí a Rodrigo. Ojos azules y …nariz grande. Rodrigo, con la libertad a flor de piel y con muchas ganas de guerra.

Bailes, copas, más baile, menos copas. Sensualidad a tope que acabó en el asiento delantero de su descapotable negro. Sus manos de dedos largos y finos me hicieron olvidar de Fran por un buen rato.

Sexo sin remilgos, sin promesas de ningún tipo. Lujuria y desenfreno sin besos de amor como se han convertido los nuestros ya, mal que nos pese.

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