miércoles, junio 9

Isabel III


La historia con Clara nos dejó con ganas de más. A mí, porque el morbo de que Fran me viera con una mujer sin siquiera tocarse, me podía. A Fran, porque verme tocar, lamer, gozar de una mujer bella lo volvieron loco.

Tan loco que nada más irse Clara, me regaló una serie de orgasmos que me dejaron fuera de juego al poco tiempo.

Ese viernes me quedé en su casa. El sábado por la mañana sonó el teléfono de su casa.

Debe ser Isabel para pasar a recoger una carpeta por su casa. Cógelo. Sabe quién eres.

“¿Y quién soy?”

Mi mujer, ¿quién más, cielo?”

Silencio …

Si, dígame…

Isabel efectivamente tenía la carpeta de la que hablaba Fran, así que le sugerí ir a recogerla los dos a su casa.

Nos invitó a pasar. Nos negamos de plano, pero insistió. Un aperitivo, sugirió. Nunca pensé que fuera una mujer tan guapa.

Clara


La buscamos por Internet. Le mandamos una foto y aceptó encontrarse con nosotros en el Panda. Establecimos las bases, pusimos los límites. Supongo que nos pareció lo suficientemente “normal” y que le parecimos los suficientemente “normales”, porque los tres estuvimos de acuerdo en todo.

Esta vez fuimos a casa de Fran. Era mi primera vez en su casa, lo que facilitaba las cosas. Tapeamos en el salón con un vino blanco. Clara se me acercó y comenzó a acariciarme el pelo mientras charlaba distendida con Fran.

Fran se fue a por más vino y se demoró lo justo en la cocina como para que al volver la lengua de Clara buscara la mía. Lo sentí y lo miré de reojo pero sin dejar de concentrarme en la boca sensual de Clara que bajó hacia mi cuello a la vez que sus manos acariciaban mis pechos por encima de la blusa ante la mirada lasciva, supongo, de Fran.

lunes, junio 7

Reencuentro


No hubo palabras solo besos tiernos que se fueron transformando en apasionados. Manos que recorrían reconociendo su terreno. Lenguas que se rozaban al compás de diminutos gemidos de ese tipo de goce que procura el amor más que lo meramente físico.
Al darnos cuenta dejamos de luchar contra lo que sentíamos ambos y nos fundimos en un abrazo eterno de pasión y dulzura amalgamados en un éxtasis perfecto. Envueltos en un halo de deseo...


viernes, junio 4

Dilema


Dime que los hecho con alguien sin pensar en mí, cielo.”

Le conté de los dedos largos y finos de Rodrigo, de su melena al viento, de mis orgasmos en su coche. No tenía más que contarle.

Yo salí con Pedro, ya sabes… El siempre tiene alguna amiguita dispuesta a todo. Total, que me presentó a una de cuyo nombre no me acuerdo. Nos fuimos a casa de Pedro y la tía se nos lanzó a los dos. Primero con él, luego con los dos. Doble penetración. Y yo me pregunté si te gustaría. No con Pedro, cielo, no, pero con otro que tu elijas... no se…”

Le pregunté si a él le gustaría compartirme con otro hombre. Su respuesta fue un rotundo no.

“¿Y con una mujer? A mi me gustaría verte con una mujer, aunque no me dejaras participar…”

¿Dejaras?

“No quisiera que te sintieras en la obligación de verme tocar a otra mujer…”

Nunca me has obligado a nada, todo lo que he hecho lo he hecho porque he querido, cariño.

“Pero, ¿te gustaría? Hacerlo con una chica mientras yo miro…

Si, pero lo de que participes, me lo pienso, OK? O lo que surja… ¿Tienes a alguien en mente?

No, mejor la buscamos los dos, cielo.

No veo las horas, cariño.

martes, junio 1

Rodrigo


La cercanía mutua nos estaba confundiendo y decidimos dejar pasar una semana antes de vernos.

Tres días más tarde cogí un avión a la costa otra vez a casa de mi amiga Lucía, que esta vez si estaba en casa. Le conté detalladamente lo acontecido, el contacto casi imperecedero de Fran en mi casa y en mi vida, las aventuras de ambos, etc.

Lucía sentenció que necesitaba salir y ver gente nueva, no fuera cosa de que me fuera a enamorar. Nos fuimos a una disco esa misma noche. La noche en que conocí a Rodrigo. Ojos azules y …nariz grande. Rodrigo, con la libertad a flor de piel y con muchas ganas de guerra.

Bailes, copas, más baile, menos copas. Sensualidad a tope que acabó en el asiento delantero de su descapotable negro. Sus manos de dedos largos y finos me hicieron olvidar de Fran por un buen rato.

Sexo sin remilgos, sin promesas de ningún tipo. Lujuria y desenfreno sin besos de amor como se han convertido los nuestros ya, mal que nos pese.

domingo, mayo 30

¿Estás?


Te espero desnuda,

ardiente,
caliente,
sensual.
Te espero desnuda,
excitada,
mojada,
sexual.
Te espero desnuda.
¿Estás?



jueves, mayo 27

Conclusión


Una vez acabada la particular ceremonia del té, me pidió que antes de recoger me desnudara igual que lo había hecho antes él. Demoré más de media hora en recoger, lavar y secar a mano dos tazas … y desnudarme. Lo miré, lo recorrí palmo a palmo con la mirada. Vi su erección comenzar y crecer hasta más allá de su límite. Vi gotas de sudor resbalar por su cuello. Sentí mi humedad una vez más chorrear y una gota acariciar mi pierna. Noté mi sexo latir una vez más como un caballo desbocado, mi corazón acelerarse al punto de desear llorar de amor por ese hombre. Me contuve.

Caminé en silencio hacia el salón y mirándole a él mirarme desde la cocina me acaricié los pechos y los muslos con total ausencia de prisas o celeridades.

Se acercó a mí como un gato al acecho. Dibujó el contorno de mi cuerpo y su mano se deslizó por mi anatomía, de pie, entregada, a su merced.

Temí que fuera tarde hasta para implorar, pero vi su sexo elevado deseoso de mi. Me giró y me apoyó sobre la pared y levantó mi pierna penetrándome en cámara lenta un par de veces. Se despojó de mí y fue a sentarse al sofá. Me hizo hueco. Mientras besaba mi cuello acariciaba mi clítoris pidiéndome que mirase su mano sobre él. Deslizó sus dedos dentro de mi más profundo ser con rapidez, luego despacio hasta detenerse justo en el punto donde empieza a comenzar la vertiginosa montaña rusa de sensaciones.

Me giró dejando mi retaguardia expuesta y mojó mis partes con mis propios jugos. Metió un dedo, luego dos arrancando gemidos de dolor. Me embistió duramente mientas su dedo rodeaba mi clítoris enorme, mojado, expuesto. Grité, gemí, gocé, sufrí poniendo fin la la tortura auto-impuesta que mis fantasías habían provocado.

martes, mayo 25

Basta de masoquismo



El silencio invadió la casa. Fran duchado y vestido se acercó a mi y me miró profundamente interrogante. Sonreía escasamente. Le sonreí y serví el Earl Grey con esmero y en silencio.

Fran rompió el hechizo:

- ¿Pero es que no te apetece?

- Estoy hirviendo como el té. No te vayas a quemar.

- ¿Contigo o con el té?

- Con el té, cariño

- Entonces no te apetece…

- Yo no he dicho eso.

- ¿Entonces?

- Entonces quiero aguantarme hasta que me estallen las ganas de que me toques. Entonces quiero aguantarme hasta tener que suplicarte que me toques. Y luego desearte hasta morir de ganas de hacerlo contigo.

- ¿Y eso cuando viene a ser?

- No seas impaciente.

domingo, mayo 23

Sado no, pero casi


Cumplir fantasías está en nuestros planes desde siempre. Esa noche estaba yo a mil ya antes de que llegara Fran. Había estado leyendo blogs y eso, como ya sabéis, me pone a cien.

Me desnudé frente al espejo, me puse unas gotas de perfume donde se debe y así lo esperé, sentada en el sillón de la habitación durante una larga hora mojándome al pensar en lo que vendría. Sentía mi sexo palpitar.

Entró en la habitación y al verme comprendió (o al menos eso pensó) de qué iba la sorpresa. Le dije que no me tocara. Le pedí que se desnudara. Verlo hacerlo casi en cámara lenta me ponía aún más pero reprimí mis ganas incontrolables de tocarme o de pedirle que lo hiciera él.

Se tumbó en la cama boca abajo como le pedí. Me puse en cuatro aptas sobre él pero sin tocarlo más que con mi lengua que serpenteó sobre su espalda. Desde el tronco del cuello hasta su rabadilla. Sentí su cuerpo tensarse en ese punto. Un sudor repentino le cubrió la espalda. Se quejó, le pedí silencio.

“Miedo me das, cielo”

Seguí a mi ritmo, lentamente, de arriba hacia abajo, deteniéndome en cada detalle de sus espalda. Sentía como mi sexo se hinchaba cada vez más, como palpitaba, como seguía humedeciéndose, como una gota de flujo transparente resbalaba por mi entrepierna. Subí sus caderas lo suficiente como para poder tocar su sexo con mi mano izquierda y notarle retorcerse de placer. Acaricié su glande con delicadeza. Fran gimió y me imploró que siguiera hasta que mi dedo índice intentó penetrarle. Dio un respingo, se giró y me miró como asombrado ante mi osadía.

-Calla, date la vuelta y goza.

-Pero cielo…

- Que te des la vuelta y confíes en mí.

Increíblemente accedió a mi orden aunque no muy convencido.

Volví a ponerme en mi postura, Volví a coger su miembro ahora un poco menos erecto, Seguí lamiendo su espalda y cuando lo sentí entregado, volví a repetir mi hazaña. Fran solo gemía, saqué mi dedo índice y lo cambié por el dedo corazón mientras mi otra mano seguí su camino arriba y abajo de su miembro. Cada vez que lo notaba a punto de estallar, lo soltaba y metía más mi dedo dentro de él. Fran protestaba, yo seguía. Quería arrancarle emproperios. Me costó pero lo logré.

Seguí jugando duro con su sexo y en el momento mismo de su orgasmo más preciado metí dos dedos dentro de él arrancándole un orgasmo lento, largo, inusitado. El charco del blanco elemento quedó bajo la piel de Fran. Besé su espalda, su cuello, sus brazos.

Cuando giró complacido y avergonzado, según sus propias palabras, me vestí y bajé las escaleras para preparar algo de té.

viernes, mayo 21

Leila


La llamaré así. Quedamos en conocernos ese mismo día por la tarde. Quedamos en la cafetería de la esquina de mi oficina. Yo estaba algo nerviosa. Apareció perfecta, bella, impactante. Beso de cortesía, sonrisas, charla amena y distendida sobre los blogs, sobre la vida, sobre Fran…

Una mano rozó sinquererqueriendo a la otra. Huimos de allí. Otro bar, una barra. Manos enredándose, camarero curioso. Labios rozándose, lenguas besándose, camarero sonriente . Manos deslizándose debajo de las blusas, camarero cómplice. Un lavabo del bar fue testigo…

Sus dedos dentro de mi cremallera, los míos debajo de su falda, dentro de su sexo expuesto a la brisa de la tarde que entraba por un ventanuco. Nos besamos como dos colegialas deseosas de sexo, como dos mujeres buscando ternura y morbo a la vez. Me sentó en su falda y me arrancó el primer orgasmo. La puse de pie en y me la comí entera con su falda de sombrero y su risa de niña grande. Sus dedos me penetraron, se mojaron y me desgarraron de placer apoyada en la pared del minúsculo habitáculo. Le correspondí agachada a su merced mientras despeinaba mi pelo como pidiéndome más y marcando el ritmo.

Fran sintió no haber podido ir conmigo cuando se lo conté, así que de puro celoso, me pidió un replay en el baño del mismo bar dos noches más tarde.

miércoles, mayo 19

Melodía perfecta


-No se si te lo dije, cariño, pero el orgasmo de anoche delante de la mesa fue magistral. Sentí como si pasaras la vara de un violín sobre mi clítoris, como si tocaras sobre mi tu mejor y más grande obra maestra.

- Pues será entonces cuestión de comprarnos un violín, cielo… para poder tocar en tí la más sensual de las melodías...

lunes, mayo 17

A ritmo de bolero


Su historia con Isabel acabó allí. Me niego rotundamente a preguntarme si le hubiese gustado tener sexo con ella qué hubiese pasado. Las noches sucesivas se quedó a dormir en mi casa hasta el fin de semana. Ese viernes mientras yo preparaba la mesa para cenar, me abrazó por la espalda y acarició mis pechos sobre la seda de mi camisón. Siempre nos ha excitado el roce de la seda sobre la piel. Deslizó sus manos bajo la fina tela dejando mis pechos desnudos. Una mano acariciaba casi apenas rozando mis pezones erguidos mientras la otra bajaba a mi sexo y más que húmedo. La levedad de su tacto aumentaba mis ansias pero me contuve de girarme y de tocarlo, solo me dejaba llevar como en una danza palpitante con olor a sexo a ritmo de bolero

sábado, mayo 15

Isabel II



Puede que pasen otros hombres por mí, otras mujeres por mí, por él o por nosotros, pero Fran sigue ahí para mí y yo sigo ahí para él. Lejos, lejísimos de celos, de infidelidades inconscientes, de mentiras, de engaños o de traiciones.

La nuestra es una relación basada en la confianza real. Sé que si algún día decide volver a repetir con alguien me lo dirá y él está seguro de que le corresponderé con la misma sinceridad si me ocurre a mí. Por eso temblé esa tarde cuando me dijo que repetiría con Isabel. No fueron celos. Fue temor. Temor a perder su compañía, sus chistes, nuestras risas juntos, nuestras confidencias, su sexo, su sensualidad, su mirada de adolescente treintañero. Miedo a dejar de sentir latir su corazón tumbados en la cama o de respirar su aliento sobre mi rostro empapados en sudor. Miedo, sin más vueltas: sentí miedo.

Esta noche no vendré. Tengo una cita pendiente con Isabel. Bueno, no es seguro, según ella decida. Pero creo que esta noche no me dirá que no. Está sola en casa y seguro que se ha depilado. Jajaja.”

-Am, OK.

- No te molesta verdad, cielo?

- No, bueno, no lo se…

- Está muy sola cielo. Es solo eso. Un poco de sexo que la satisfaga un poco. Cualquier persona se lo merce.

- Si, por supuesto.

Esa noche la llevó a la salida del trabajo.

Nada más llegar a su casa, se abalanzó sobre mi sin preámbulos. Me besaba como loca a la vez que me iba desnudando. Me tiró sobre el sofá y se desnudó sentada a horcajadas sobre mi. Yo la dejé hacer porque hasta temí un gatillazo, cielo, lo prometo. Se metió todo en la boca de una, suerte que no estaba al 100% % porque se hubiese ahogado de tanta ansia. Intenté calmarla pero parecía un potro desbocado. Cabalgó sobre mí hasta saciarse. Luego se puso en cuatro delante de mí ofreciéndomelo todo. Mis embestidas parecían excitarla más y más. Cuando me corrí noté aún su cara de quieromásporfavorsigue, así que comencé a comerme su sexo despacio como para que su orgasmo llegara despacio, la relajara. Ven, cielo, que te muestro cómo se lo hice…”

jueves, mayo 13

Isabel I


Isabel es la nueva compañera de trabajo de Fran.

Tiene 10 años más que nosotros, está divorciada y tiene tres hijos. Anoche mientras la llevaba a su casa porque su coche está averiado, me contó de su divorcio complicado, de la vida con tres adolescentes, de su matrimonio tan joven y esas cosas. Ya sabes.

Le pregunté si no salía con nadie y me dijo que era imposible con los tres chicos. Que le gustaría algo esporádico sin compromisos pero que no surgía porque iba de casa al trabajo y viceversa.”

- Te la tiraste

- Si

Ya sabes. Que si no tienes sexo desde hace mucho, que si te apetece hacerlo de vez en cuando, de cómo te las apañas para pasar tanto tiempo sin sexo … y una cosa llevó a la otra. Paré el coche, le acaricié la mejilla, se sonrojó, sonrió y nos besamos. Se dejó meter la mano bajo el sujetador, suspiró como hacía más de un año que no hacía según sus palabra. Pero al bajar mi mano hasta su sexo y comprobar que estaba empapada me detuvo en seco diciendo que no estaba depilada y que le daba mucha vergüenza. Insistí y la verdad es que no puso gran resistencia cuando le metí un dedo, luego dos y después tres. No veas como se retorcía de placer, cielo… Bueno, total, que lo hicimos en el coche, yo prácticamente vestido, salvo por la cremallera baja.”

-¿ Y esta mañana? ¿te dijo algo?

-Nada, cada vez que me veía se ponía colorada la pobre.

- ¿Te gustó?

- Bueno, ya sabes, cielo. Me satisfizo, nada más.

-¿Me muestras lo que le hiciste? ¿Cómo se lo hiciste?

- Será un placer, cielo …

martes, mayo 11


Cada vez que me siento al teclado y voy recordando momentos, los revivo. Eso hace que me encienda, que sienta en la piel los resquicios que dejó Fran en mi cuerpo o quizás alguien más, da igual. El hecho es que cada vez que tecleo, que busco una foto para acompañar el post se vuelve a encender una llama cálida, sensual o lujuriosa, según se tercie.

Otras veces te imagino a ti, leyéndome, tocándote mientras me lees. Siento cada letra saliendo de mis dedos y penetrándote, sumiéndote en el mejor de los éxtasis. Estarás solo/a, pienso, como lo estoy yo cuando escribo. Mil ideas-imágenes-recuerdos tamborileando en tu mente. Imaginándome a mí, a Fran, a los demás actores de esta comedia que es la vida haciendo el amor, teniendo sexo, comiéndose, lamiéndose, deseándose. Tu imagen imaginaria también me excita, me seduce, me enloquece como las manos de Fran sobre mi cuerpo y acabo complaciendo mis instintos básicos, esenciales de mujer pensando en ti. En ti que estás al otro lado de esta conexión inimaginable, a miles de kilómetros de distancia o aquí al lado, pero pensando en mis dedos, en mi sexo, en mi… Y me desgarro de placer al saberte ahí…

domingo, mayo 9

Desenlace


Por fin me decidí por un nuevo perfume para Fran siendo plenamente consciente de la escasísima originalidad de éste, pero mi cabeza daba vueltas y no lograba concentrarme. Mi sexo volvía a arder sin remedio ni retorno.

Llegué a casa con mi frustración a cuestas esperando haber recibido algún mensaje de Fran que también parecía pasar de mí. No fue así. Nada más entrar le vi tumbado en el sofá mirando por enésima vez esa peli de acción que tanto le gusta.

- Cielo, ¡parece que vienes de la guerra!

- Mejor no preguntes …

Fran me rodeó con sus brazos y subimos a la habitación. Me preparó un baño caliente con sales y mientras yo intentaba desenmarañar mi pelo me preguntó el por qué de mi estado estilo “mujeres albordedeunataquedenervios.”

Comencé por la historia del japonés. No pudo evitar reírse a carcajadas. Ni siquiera cuando le lancé uno par de cojines a la cabeza.

- Desnúdate y ven aquí.

Me metí en la bañera y bebí de la copa que me trajo a posteriori. Estaba enfadadísima con el japonés, con el tío del lavabo, con Fran, conmigo misma…

Luego sus besos empequeñecieron mi disgusto, sus caricias bajo el agua dispersaron mi ansiedad, sus dedos en mi sexo disuadieron mi tensión … sexual. Enjabonó luego cada rincón de mi cuerpo como ni el japonés de la mirada sensual ni el tío de mofletes sonrojados hubieran podido hacer jamás.

miércoles, mayo 5

Chasco # 2


Salí de allí desconcertada. No lo entendía muy bien. No sabía si el oriental tuvo miedo de que le pidiera una hoja de reclamaciones por malos servicios o por propasarse con un cliente o a perder su trabajo.

Caminé por la peatonal esperando calmar mis instintos mientras seguía mirando escaparates en busca de un regalo para Fran que no parecía encontrar. Comenzó a llover. Mi paraguas seguía en el coche así que me dirigí a una cafetería nueva.

Mis ojos buscaron con desesperación el lavabo. En mi despiste entré en el de hombres. Allí, de pie ante el orinal, me topé con un tío que se sonrojó, pidió unas disculpas incoherentes, se subió la cremallera y casi huyó mientras yo hacía intentos por pedirle disculpas pero sin dejar de mostrarme entre sorprendida y divertida por lo ocurrido.

Contrario a cualquier pronóstico, el hombre desapareció de mi vista. Yo giré sobre mis talones hacia el lavabo de mujeres. Bajé deprisa mis jeans y metí mi mano dentro de mi tanga calada por mis propios líquidos. No sé si fue por mi libido en su máximo punto, pero no pude evitar correrme inmediatamente lo que me llenó de frustración por segunda vez en el día.

sábado, mayo 1

Chasco # 1


El cumpleaños de Fran era en tres días así que me fui a Massimo Dutti a comprarle algo. Aún no tenía en claro qué. Mientras miraba en el escaparate le vi. Normalmente los orientales no me dicen nada. Nunca había visto a ninguno que me hiciera subir la temperatura. Nunca hasta ese día.

Iba enfundado en un traje gris oscuro, su pelo, engominado y una mirada de infarto. No pude resistirme a verlo de cerca y entré. Me mostró corbatas, camisas, cinturones, chaquetas que nunca miré. Solo sus ojos vi. Sus ojos desnudándome, sus ojos penetrándome, sus ojos acariciando cada centímetro de mi anatomía.

Yo quería mirarlo, tocarlo, desnudarlo, sentir su cuerpo sobre el mío. Yo quería su sexo penetrándome, sus labios besándome. Yo quería una exhibición de kamasutra sobre aquella moqueta gris. Pero él solo se empeñaba en que yo sacara mi tarjeta de crédito y desapareciera, seguramente para irse corriendo al lavabo y acabar con el calor que le quemaba por dentro.

viernes, abril 23

Toujours




Sombras, penumbras danzantes
tu figura se desdibuja, fluye
viene y va
se enreda, me mezcla,
nos fundimos, nos amalgamamos
nos envolvemos
voluptuosos,
un susurro nos eleva,
nos levita, nos sucumbe,
nos mata y nos renace
estallamos, confundidos, confluidos,
extasiados, pero con ganas de más
siempre

miércoles, abril 21

Lunes


El lunes por la mañana se hacía pesado trabajar. Pedí que no me pasen llamadas. No soy de las personas que viven de recuerdos, pero no lo podía evitar. El olor de Fran había quedado grabado en mi piel. Sus susurros erotizantes aún tintineaban en mis oídos. El recuerdo de su dedo mayor sobre mis intimidades aún me hacía suspirar.

Conecté mi ordenador. Allí estaba él. Su estado: “Esperándote”.

Ana: Buenos días, campeón.

Fran: Buenos días, cielo...

Ana: ¿De buena mañana?

Fran: De adormiladas mañanas. Y te echo de menos.

Ana: ....?

Fran: Que te echo de menos. Que echo de menos tus besos

Ana:....

Fran: Tu piel...

Ana; ...

Fran: Tus caricias...

Ana: ...

Fran: Tu sexo... Que te echo de menos a ti, cielo.

Ana: Yo también. Y me excita saber que me echas de menos.

Fran: Habrá que remediarlo, entonces.

Ana: No puedo salir ahora mismo.

Fran: Ni yo

Ana:¿Entonces?

Fran: ¿Llevas ropa interior?

Ana: Si

Fran: Quítate el tanga...

Ana: ¿Fraaaan? Que estoy en la oficina....

Fran: Ya lo se, cielo. Pero quítatelo...

Ana: OK, ahora estoy sola

Fran: ¿Ya?

Ana: Si...

Fran: ¿Empezamos?

Ana: Tu dirás.

Fran: Tócate. Cierra los ojos. Piensa en tus dedos como si fueran los tuyos.

Ana: Si cierro los ojos no puedo escribir ni leer.

Fran: OK. Mano izquierda sobre tus labios, solo sobre tus labios. Mano derecha al teclado.

Ana: OK

Fran: Ni siquiera roces tu clítoris.

Ana: ¿Y tu... qué haces? Mmmmm...

Fran: Me acaricio imaginándote aunque no se cómo es tu oficina.

Ana: Mmmmm

Fran: ¿Solo mmmmm...?

Ana: Copiar y pegar.... Mmmmm

Fran: (risas)

Ana: Puedo ya?

Fran: NO

(cinco minutos después)

Ana: Aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh

Fran: No me has echo caso, cielo... Me tienes que enseñar tu oficina un día de estos. Mmmmm.

Ana: Gracias por el ... “alivio”, pero me he quedado con ganas de más

Fran: Es que no me escuchas cielo. Dije aún no.... mmmmmm

Ana: Aún no has...?

Fran: Mmmmm. Copiar y pegar

Ana: Como cuando paso mi lengua por ahí.

Fran: Mmmmm. Copiar y pegar

Ana: Sobre tu sexo duro, venoso, viscoso...

Fran: Mmmmm. Copiar y pegar

Ana: ....???!!!

Fran: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Gracias.

Ana: Un placer

Fran: El mío. ¿Nos vemos?

Ana: Déjamelo pensar...

lunes, abril 19

Domingo


Abierta como una rosa. Así me desperté aquella mañana. Sus manos rozando mi piel, mi espalda arqueándose bajo su tacto. Me pregunté si era posible tanta sensibilidad junta. Sus dedos pincelaban mi pecho, mis muslos, mi cuello y bajaban en cascada sobre mi sexo en llamas.

Su sexo acarició el mío, se introdujo, salió y entró rítmicamente hasta que sus ojos notaron la súplica de los míos y la cópula se hizo verdadera, leve primero y luego intensa. Nuestros músculos se tensaron y luego se relajaron en un goce infinito hasta estallar voluptuosos y juntos. Y así fue acabando el fin de semana con poca o nula pena y mucha gloria.

sábado, abril 17

Acto seguido


Se arrimó, jugó con el encaje de mis medias y su dedo se dirigió directamente a mis labios vaginales. Tamborileó alrededor de mi clítoris, como regañándome por la travesura. No dijo nada, No dejó de mirarme. Mojó cada unos de sus dedos con mi flujo y los chupó.

Metía y sacaba cada uno de ellos, jugando, provocando, excitándome cada vez más durante unos minutos interminables. Mi piel se llenaba de mínimas gotas de sudor, mi piel se erizaba de placer.

No me besaba, no me hablaba, no tocaba más que mi sexo. Con una sola mano. La otra apoyada sobre el sofá. Sabía que quería castigarme de alguna manera. Bendito castigo. Nuestros ojos no dejaban de enfrentarse. Los míos saliéndose de sus órbitas de tanto deleite, los de él marcando territorio.

Un segundo antes de llegar al orgasmo, bajó su lengua hacia mi clítoris y me lamió hasta elevarme al más puro y sumiso éxtasis.

In fraganti


Fran me llamó desde la oficina para avisarme que llegaba en un par de horas”. Yo acababa de salir de la ducha. Iba a una reunión.

“¿Qué ropa te vas a poner, cielo?”

“Un vestido normalito, blanco, sin escote, cuello alto, medias…”

“No quiero que te pongas nada más que las medias. Quiero que sientas el frío en tu sexo al ir por la calle. El calor, si algo te excita. Tu flujo bajando por tus muslos como si fuera mi lengua.”

Así salí a la calle, con mis pezones duros y mi sexo alerta. No se me podían borrar las palabras de Fran.

Después de la reunión, llegué a casa y le llamé para ver si tardaría mucho. Se rio y me colgó. El recuerdo de haber estado frente a tres hombres sin llevar ropa interior puesta, su ignorancia, la humedad que me notaba al cruzar y descruzar mis piernas me encendió más. No podía esperar a Fran, así que me quité el vestido, me tumbé en el sofá y comencé a tocarme delicadamente.

Justo en el momento en que mi mano izquierda jugaba con mis pezones, y mi dedo corazón de la derecha acariciaba lentamente los laterales de mi clítoris para prolongar el momento de goce, oigo la voz de Fran:

“¿Cielo, te ayudo?

Deseo

lla

Dos de la tarde, calor atroz. Fin de semana sola.. Me fui a la casa que tiene mi amiga Lucía en la playa esperando no encontrarme con nadie porque no suele ir mucho por allí, pero no quería dejar de intentarlo.

Me abrió la puerta una rubia hermosa. Me dijo que era la cuidadora y que Lucía estaba de viaje, pero teniendo en cuenta el calor que hacía me invitó a pasar a tomar un refresco.

La camiseta se me pegaba al cuerpo y noté como ella miraba mis pezones. El morbo estaba servido. Miradas, preguntas discretas, que de dónde conocía a Lucía que si me quería dar una ducha, que había ropa de Lucía…

Me dirigí a la habitación, me desnudé dejando la puerta de par en par a propósito por si se le ocurría seguirme, que efectivamente…

Yo ya estaba desnuda, la desnudé primero con la mirada, luego poco a poco mientras la besaba me alejé para mirarla de lejos. Era una diosa bajada del Olimpo. Seducción, coqueteo a tan solo veinte centímetros. Ambas sabíamos lo que hacíamos

Mi lengua sobre su cuello. Sus manos sobre mis pechos, sus labios en mis orejas, caricias y miles de besos. Mientras la besaba subí su pierna sobre una silla y comencé a masturbarla mientras ella se empeñaba enhacerle el amor a mi oreja y yo me dejaba.

La alfombra de la habitación fue testigo de gemidos de dos mujeres con hambre de ternura de mujer pero con las ansias salvajes del simple deseo, ese que no tiene fronteras ni sabe de sexos ni de identidades. Solo y puro deseo.

Primera vez


Llegó mi hermana como siempre, estresada, agotada, desquiciada como si fuera la única mujer que trabaja y lleva una casa a pesar de que tampoco tiene hijos a decirme que sus suegros y cuñados han invadido su casa y que por favor le deje una habitación a su sobrina.
Me niego tajantemente a sentirme invadida. Además la estresada, la agotada, la desquiciada, en resumen, la mal "atendida" no soy yo. Fran me atiende muy bien. Pero a veces me da hasta pena, así que convencí a Fran de que esta noche, que pensábamos ir cada uno por su lado, se pasase al menos un rato a hacerme compañía.
Unas horas más tarde aparece la niñata con cara de pija, mojigata y menos "atendida" que mi hermana. “Nada, es un favor que ya te devolveré, hija”, me dice.
Nos sentamos a cenar y Fran, entre divertido y disfrutando de alguna manera de la situación, empieza a hacerle un cuestionario a la niñata que al final hasta me hace reír y todo. Después de cenar nos vamos a tomar el café al sofá. Ella no toma y se queda plácidamente dormida. Iba yo a decirle que subiera a su habitación cuando Fran me dice que la deje, que le da morbo tocarme mientras ella está allí.
Yo le confieso que verle la faldita esa subida me excita y que si nos tapamos con la manta le dejo que haga lo que quiera. Fran, sigue mirando la tele y mientras me abraza, con sus piernas y sus brazos y yo intento también mirar la peli, va metiendo sus dedos dentro de mi tanga buscando directamente mi clítoris. Yo no puedo dejar de suspirar mientras siento los dedos de él y miro las piernas torneadas de ella. Subo la mirada hacia sus pechos pequeños pero duros con los pezones marcados. Antes de correrme le pido a Fran que subamos, no aguanto más las ganas de chillar, de llegar a un orgasmo a gritos como me gusta, así que despierto a la chica y nos vamos los tres para arriba.
Una vez en la habitación doy rienda suelta a mi delirio. No dejo de implorarle a Fran que me alivie y mientras entra y sale de mi me dice que lamenta no haber sido solo él quien me puso así sino también la sobrina de mi hermana. Que me lo diga así, sonriendo, en tono burlón, me enciende aún más y le suplico que me lo haga por detrás mientras me masturba. Lo hace porque sabe que es la postura que más me gusta. Y en ese preciso instante noto que no estamos solos, que ella nos espía por la puerta entre abierta de la habitación. Contrariamente a lo que ahora pienso, seguí disfrutando de Fran y dejé que nuestra voyeur particular también disfrutara. Acabé antes que Fran y me separé de él rápidamente para invitar a nuestra espía. No quería asustarla, así que tumbada en la cama boca arriba, aún sintiendo el semen de Fran escapar por mi vagina, la llamé en voz muy baja.
“Carlota, ven, por favor”. Fran me miraba incrédulo al verla entrar sin poner objeción y sin dar la más mínima explicación.
El sexo de Fran parecía hincharse aún más. Hice tumbar a Carlota entre los dos y poco a poco la fuimos desnudando. Ella no ponía resistencia, es más, su cara de gozo nos ponía más a los dos. Fran la besó levemente en los labios como pidiendo permiso. Luego bajó hacia sus pezones erectos, duros casi entumecidos, su pecho palpitante.
Yo me bajé hacia su sexo con poquísimo vello, bien depilado por los lados como para poder llevar muy bien un tanga. Comencé a rozar mis labios con los de su vagina, despacio, casi imperceptiblemente. Carlota gemía despacio, casi avergonzada pero no daba la impresión de que deseara que cesásemos de darle placer.
Sus gemidos se hacían cada vez más intensos, mi lengua serpenteaba por su sexo bañado ya. Fran me hizo un gesto. Entendí que no quería que la hiciera correrse aún, así que me quité.
Fran introdujo lentamente su pene en la boca de Carlota que lo chupaba como si le fuese la vida en ello. Fran se retiró. Ambos la miramos. Carlota se montó encima de Fran y dejó que él desgarrara su virginidad mientras me pedía que la tocara. Se le caían las lágrimas al sentir el dolor de la envergadura de Fran dentro de ella pero gemía y cabalgaba lenta pero acompasadamente sobre él.
Le sugerí mi postura preferida, así podía yo ir masturbándola despacio, pero se negó, quería sentirlo a Fran por completo. Cuando Fran acabó, la sentó sobre mi boca e hizo que la lamiera. Suspiraba, gozaba por primera vez en su vida y no quería perderse nada. La tumbé de espaldas y mientras Fran atacaba sobre mi retaguardia, me comí a la lolita hasta hacerle arrancar el mejor orgasmo de toda su vida.

Viernes


Los días se sucedieron entre risas y orgasmos, besos y confidencias. Nunca hubiese pensado que el relato de las infidelidades consentidas de Fran pudieran excitarme tanto. ¿Será la seguridad que me da su sinceridad? No, mejor no me lo planteo.

Sus escarceos, lejos de preocuparme, me incitan más. Sus manos dejan de recorrer otros cuerpos para recorrer el mío, sus labios humedecen los míos olvidando al resto. Y nos vamos metiendo juntos en un morboso laberinto sin salida.

Los días se suceden lentamente como su lengua sobre mi sexo, mi sexo sobre el suyo, sus manos sobre mi piel. Ardemos, explotamos. ¿Será amor? Chi lo sa ...

Miércoles:


Fran se levantó pronto a buscar el periódico. Yo salí a la calle a esperarlo volver. Nada más verle no pude evitar sentirme húmeda. Estaba tan guapo con su polo blanco y esos jeans desgastados…

Si parar de sonreír entramos. Una suave llovizna hacía brillar las escaleras de piedra. La habitación era acogedora. Fran no paraba de mirarme sin decir nada. Las palabras sobraban. Nos besamos suavemente, sin prisas.

La sensualidad del olor a perfume junto al olor de su piel, húmeda por la suave llovizna del exterior, danzaban en una mezcla extraña pero deliciosa.

Apoyé mi espalda sobre la pared y cerré los ojos. Los dedos de Fran jugueteaban con mi pelo también húmedo, su lengua en mi lengua, retorcidas.

Levantó despacio mi pierna sobre su antebrazo, se acercó aún más, si cabía. Sentí su sexo rocoso sobre mi entrepierna detestando sus jeans gastados. Su otra mano buscó el punto de inflexión entre mis dos piernas y dejé que el tiempo se detuviera en un suspiro intenso.

lunes, abril 5

Semana Santa en el cielo


Martes

Fran pasó a buscarme por la mañana. Nada más subir al coche me pidió que le contara todo. Casi me sonrojo, pero le conté cada detalle, cada gesto, cada orgasmo con Penélope esa noche de viernes y de cómo el sábado me apetecía estar sola y descansar. El también sonreía divertido pero no me preguntaba nada. Al acabar de contarle mi sábado me preguntó por mi domingo… y mientras yo le contaba cómo había jugado conmigo misma, de cierto aparato curiosísimo que había comprado en un sex-shop cercano a casa, comencé a tocarlo. Hasta me atreví a bajarle la cremallera.

Fran desaceleró y se dejó hacer entre relatos y succiones. Entre paradas y lengua pincelando; pintó mi cara de blanco.

Comimos cerca de la playa. Llovía. La siesta aconteció entre suspiros, gemidos y mucho morbo. Yo esperaba el relato de su fin de semana con ansias, pero serena.

Martes noche

Nos sentamos solos al lado de la gran chimenea del salón de la casa rural donde estábamos. Eran más de la 1. Habíamos cenado en el puerto.

Nos sentamos abrazados y Fran comenzó su relato:

Quieres que te sea sincero, duro, explícito, o prefieres que camufle lo duro del relato con palabras suaves…” Mi mirada le contestó.

“Fui a la casa de Luis donde me encontraría con él y su hermano. Luego vendrían tres tías de infarto, según Luis para los tres. Matías nunca apareció, así que nos encontramos con tres tías efectivamente de infarto y con muchas ganas de juerga. Luis se fue con una de las dos rubias a su habitación, así que las otras dos y yo nos quedamos en el salón.

Les pedí que se desnudaran solitas, quería verlas en acción. Luego les dije que quería que se la montaran entre las dos mientras yo miraba. Me gustó, Anny, no puedo mentirte, me encantó ver a las dos tías tocándose, frotándose, besándose. Y aunque ahora piense que me hubiese encantado que una de ellas fueras tú, en ese momento ni me acordé de ti, cielo. Es apasionante ver a dos mujeres en una cama. Una acariciaba a la otra con esa dulzura que solo dos mujeres se saben dar mientras la otra deslizaba su lengua por todo su cuerpo. Después, manos acariciando, lenguas lamiendo, brazos y piernas entreverados en un amasijo imposible. Posturas incómodas, orgasmos, gemidos… No deseo entrar más en detalles. Prefiero hacértelo ahora, dibujarte en la piel mi infidelidad con dos mujeres que no significaron nada más que un inmenso placer que un día espero compartir contigo algún día.”

Subimos a la habitación y cumplió con lo que yo también quería: que me dibujase en el cuerpo su infidelidad consentida. Que desgarrase de mi gritos de placer. Hacer el amor sin vergüenzas, sin tapujos, sin mentiras. Que me hiciera el amor recordando el sexo que había tenido con otras...

martes, marzo 30

Concluso




El fin de semana nos los regalamos libres para cada uno con la promesa de contarle al otro todo, absolutamente todo. Eso es una de las tantas cosas buenas que tienen las relaciones al comenzar: no hay celos.

El viernes por la noche me fui sola al Panda. Nunca suele haber demasiada gente a eso de las 11. Solo los asiduos. Me encontré con un par de conocidos y me puse a hablar con ellos. Desde el otro lado de la barra la vi y el recuerdo de hacía unos meses se me agolpó de repente.

Recordé que toda la situación me había dejado en estado de shock. No podía entender cómo una mujer quince años menor que yo podía atraerme de tal manera. Y lo que no acababa de encajarme en lo más mínimo era su forma de manejarme. Su manera de dejarme excitada y de idiotizarme hasta tal punto de dejarla escapar pudiendo haber usado miles de estrategias de seducción y/o de persuasión para poder comérmela entera y que ella me engullera a mí en caso de haberlo querido.

Estupefacta como estaba, la vi venir hacia mi como en cámara lenta. Me sonrió inocentemente, como parece todo lo que hace. Hasta sus andares de semi-niña, semi-mujer seducen de tal manera que entendí perfectamente por qué me había quedado idiotizada la vez anterior.

Al acercarse le recordé que aún era menor de edad a lo que me contestó que hacía unos días había cumplido los 18. Sonreí y me giré a la barra a buscar mi copa haciendo como si la ignoraría. Se puso a mi lado y me pidió que saliéramos de allí. Pero más que una petición parecía una súplica.

Hubiera querido decirle que no. Hubiera querido humillarla delante de todos. hubiera deseado no ser tan débil. Pagué y nos fuimos a mi casa.

Me pidió un zumo de naranja, así que me fui a la cocina a preparar uno pensando en que sería uno más de sus trucos y que me dejaría hirviendo de deseos como la vez anterior. Pero esta vez no se saldría con la suya, me prometí.

Y ni falta que hizo prometerme nada porque mi sorpresa fue agradablemente enorme al sentirla apoyarse sobre mi espalda y empezar sin ningún preámbulo a besar mi cuello, y a subir mi falda a la vez que sus manos se deslizaban como sinuosas serpientes sobre mis muslos. No dejó que me girara. Me pidió que siguiera haciendo zumo. Yo no podía hacer nada más que obedecer.

Sus dedos serpenteaban sobre mis labios humedeciéndome aún más si cabe. Jugueteó con mis más delicadas sensibilidades. El zumo de naranja chorreaba por la encimera como mis jugos por mis muslos. Una serie de orgasmos entrelazados surgieron desde lo más profundo de mi ser.

"Te lo debía," me dijo.

Me giré y le di mis dedos para que bebiera de ellos el zumo. Su lengua los lamía con desesperación. Yo los metía en su boca ávida de besos de cualquier tipo despacio, suave percibiendo que su excitación crecía a cada instante. Sus jadeos me daban claramente a entender que estaba ya a punto de caramelo y que la tenía a mis pies. Me giré y de di de beber de un vaso. Intentó besarme pero me retiré.

Subí las escaleras por donde ella había huido la vez anterior y sentí sus pasos detrás de mi. Me fui desnudando mientras subía y dejé la puerta abierta de mi habitación. Ella entró también desnuda por completo. Le pedí que se quedara de pie mientras yo abría mis piernas y metía con suavidad mis dedos dentro de mi. Gemía más al oír su respiración entrecortada por la excitación. LE pedí que se tumbara a mi lado y comencé a acariciarla levemente, notando su piel erizarse ante mi roce. Diminutas gotas de sudor comenzaron a bañarla mientras al besarle mis dedos hacía filigrana con su intimidad. Bajé mi boca hacia su fuente que manaba más que suficiente como para que mis labios resbalaran, mi lengua apenas rozara su clítoris inflamado. Ella jadeaba, ni pedía, ni daba, solo gozaba de mi lengua, de mis dedos, de mis labios susurrando lo indecible.

Estalló como un volcán salpicándome de lava caliente con olor a mujer, a sexo, con olor a hembra. Pero quiso más, y quise más y nos ofrecimos y nos dimos y recibimos hasta que casi el sol nos sorprendió pidiendo más.



lunes, marzo 29

El reencuentro


Dos semanas y cinco tilas más tarde llegó Fran de vuelta. Ya había conseguido piso más cerca de mi casa que del trabajo, pero al fin se hacía presente. Nos miramos durante un largo rato como midiéndonos antes de lanzarnos el uno a los brazos del otro, la boca de uno a la lengua del otro. Sus manos recorriendo mi orografía, las mías buscando desesperadamente su sexo.
Pero él me paró en seco. Me empujó levemente hacia atrás, me fue desnudando con una mano mientras que con la otra sostenía las mías en mi espalda. Desabrochó, mordisqueó, deshizo hasta dejarme completamente desnuda. Así, de pie, me llevó contra la pared y subió una de mis piernas a su cadera. Mis dedos revolvían su cabello, sus labios apenas rozaban mis pezones; sus manos coqueteaban con mis nalgas, con mi ano, con mi sexo volviéndome absolutamente loca.
¿Alguna vez sentiste ser tocada tan magistralmente como una orquesta donde cada compás, cada nota va conformando el mejor y más exquisitos de los orgasmos?

viernes, marzo 26

El mail del día después


Cielo:
Ha sido genial. Esto no puede quedarse en sexo de una noche. Mientras iba en el tren no dejaba de sentir el olor de tu sexo hinchado. No he podido dejar de recordar tus gemidos, tu cara de placer bajo mis brazos. El sabor a ti en mis labios.
Repito, esto no puede quedarse en unos cuantos ... (¿cuántos fueron?) de una noche loca. ¿Estás de acuerdo? ¿Repetimos? Yo por mi encantado.
Mi propuesta es buscarme un sitio allí a media distancia entre el trabajo y tu casa, nada de compromisos serios, mucho sexo del bueno como el de anoche, sin dejar las confidencias que siempre hemos tenido. Y lo que surja. ¿Te parece?
Besos cálidos y excitadísimos al pensar en ti,

Fran

martes, marzo 23

Comienzo con Fran


Fran llegó a eso de las 9 de la noche del viernes con ganas de hablar, pero con más ganas de salir de fiesta, así que nos fuimos a Panda a tomar un trago mientras me contaba lo ocurrido. Yo no podía evitar reírme a carcajadas de su relato. Es muy salao al momento de contarte las cosas más espeluznantes.
Entre trago y trago, la cosa se ponía más divertida así que le pedí que me contase cómo era la famosa Sandrita como para tener una idea de a qué amiga presentarle. Fran me contó qué le gustaba hacerle a la niña , asi como lo que le volvía loca hacer. Cuando le dije que no me parecía nada del otro mundo me miró entre divertido y confuso y una cosa llevó a la otra. De pronto sentí que Fran se acercaba más a mí a la vez que yo me acercaba más a él. El apoyaba su entrepierna dura sobre mi culo y me hablaba casi en susurros al oído a la vez que mi tanga destilaba fluidos en catarata y tiraba la cabeza hacia atrás sobre su hombro. Luego su mano se hizo paso bajo mi minifalda y sentí su carcajada mientras se percataba que mis muslos estaban tan húmedos como él esperaba.
Le sugerí irnos, pero me contestó que la noche era aún demasiado joven como para hacerlo, así que siguió apretándose sobre mí y jugando con mi sexo, él sentado y yo de pie entre sus piernas contra la barra. Mi primer orgasmo no se hizo esperar y al él notar mi primer sacudón, me dio la vuelta y me besó profundamente. Salimos a bailar y de a ratos pensaba que la cremallera de Fran explotaría, que su miembro traspasaría mi falda y que me penetraría allí mismo en medio de la pista y así se lo relaté a él, que parecía ponerse más a mil. Seguimos calentándonos mutuamente durante más de una hora hasta que me cogió de la mano y me sacó del Panda Bar casi en volandas.
Nada más dar la vuelta la esquina abrió mi abrigo, subió mi falda y me embistió sin casi darme tiempo a queja alguna. Parecía desesperado, así que pensé que acabaría demasiado pronto, pero para mi suerte no fue así.
Luego seguimos andando y riéndonos de lo acontecido y de la poca necesidad de llamar a ninguna de mis amigas. Así llegamos a mi casa, donde se le antojó, como a un crío, follarme en el portal, bajo la farola. Me negué de plano.
Entramos a casa y preparé café para aclararme un poco ya que hacía años que nos conocíamos, habíamos sido compañeros de trabajo, conocía a su pareja, habíamos sido confidentes y de pronto todo esto me sobrepasaba.
Al llegar al salón con el café, Fran estaba mirando tele con la camisa totalmente desabrochada y quitándose el cinturón. No pude evitar mirar sus erección, así que después de dejar el café sobre la mesa, me arrodillé, desabroché su cremallera y mientras él, parecía seguir absorto en la película, me comí su polla como si fuera un enorme y duro calippo de fresa . Me supo delicioso de principio a fin. Los gemidos de Fran me volvían más loca por esa polla erecta y su simulado desinterés me calentaba aún más.
Nos besamos infinitamente hasta que al fin Fran me tumbó y me acarició el coño con su lengua sin llegar a tocar mi clítoris. Esto me volvía más y más loca. A tal punto que le imploraba que me follase. Cuando al fin lo hizo fue algo espectacular, algo que dudo se puedea llegar a repetir ni con él ni con nadie. Una sensación única que solo puedo llegar a comparar con la primera vez que mi primer novio, a los trece años, aún virgen, me rozó el pezón con sus manos por encima de la camiseta.

lunes, marzo 22

El e-mail de Fran


Este finde estoy por ahí. ¿Te llamo? ¿Quedamos? Tengo unas ganas locas de verte y contarte sobre los últimos acontecimientos. Bueno, mejor te voy adelantando algo. Irene me dejó… Si, después de 5 años. Cuando llegué a casa el miércoles tenía la maleta lista.

Descubrió lo mío con Sandra. Aún no se cómo. Por lo tanto Sandra se enteró de que aún seguía con Irene, así que se me montó la marimorena. ¿Qué me cuentas? Así que estoy desde el miércoles besando al santo. Podrías conseguirme una de esas amiguitas guapetonas que tienes, ¿no crees? Jajaja. Es que no veas las ganas que tengo de buen sexo, cielo. Sandra era una leona en la cama y echo de menos esos buenos polvazos. La tarde anterior al follón nos encontramos en el burger que está a la vuelta de mi trabajo y la muy zorra no dejó de meterme mano todo el tiempo, así que por la tarde no fui a trabajar por estar con ella. Nos fuimos a un apartamento que tiene mi jefe de picadero y no paramos en toda la tarde. Ya te he contado que Sandrita es insaciable. Pero sigo preguntándome cómo se enteró Irene. Esa noche llegué agotado, imagínate, después de semejante maratón. Pero Irene, aunque yo insistía no daba señales de querer nada. La última vez que intenté acercarme a ella en la cocina me gritó a la cara, que estaba follándome a su amiga. Yo me quedé de una pieza, cielo. No supe que responder, ya me conoces. Ella me mostró la maleta hecha y sin más marcó el número de Sandra y le dijo de todo.

Sandra desde ese día no me coge el móvil así que ya me contarás el panorama que tengo, cielo.

En fin, y tú ¿que te cuentas?

domingo, marzo 21

Inconcluso


Me encuentro por casualidad con la hija de mi amiga Clara que estaba buscando a su hermana pequeña, cuando la vemos salir del campo de fútbol algo contrariada. Hacía mucho tiempo que no la veía. Estaba convertida en toda una mujer de 18 años. Invité a las dos chicas a tomar algo en la cafetería de enfrente.

La mayor no paraba de hablar, de contarme sobre sus cursos en la universidad, mientras que la más pequeña, Penélope, no dejaba de mirar a un punto fijo, neutro, como si no estuviera para nada interesada en la incesante catarata de palabrería hueca de su hermana. Sin embargo, había algo en ella que me llamaba la atención. No podía definirlo apenas. Me inquietaba tanto que dejé por completo de mirarla de reojo y comencé a prestarle atención dejando a la mayor seguir con su soliloquio.

De repente nuestras miradas de cruzaron y ella sonrió tímidamente.

-Hace mucho que no te veía, pequeña. ¿Qué es de tu vida?

- Pues justamente, hace unos días le decía a mamá que me encantaría comprarte aquella mini-colección de discos de vinilo que solías tener cuando yo era una cría.

- Ah, si, ya… cuando quieras te pasas por casa y lo vemos. Si son los discos que pienso no necesitas comprarlos, son todos tuyos.

- Si no te molesta yo podría ir ahora mismo…

- Desde luego, vamos cuando queráis.

La mayor dijo que había quedado con sus amigos al acabar el entrenamiento, así que nos despedimos de ella y caminamos hacia mi casa que estaba a unas pocas manzanas de allí. Hablamos de los discos y de cómo se acordaba de ellos, etc.

Al llegar a casa dijo estar muerta de sed así que me pidió una coca-cola. Yo, mirándola fijamente me reí y le traje un vaso con un par de cubos de hielo y limón y una botella de coca-cola y me senté a su lado.

La notaba inquieta mientras miraba los discos y le sentí un olor penetrante a hembra, a semen, a sudor… todo junto.

Le cogí la cara y le dijo mirándola a los ojos.

- Más que coca-cola, lo que necesitas antes de irte a casa es una buena ducha o tu madre se dará cuenta de la que te has montado en el entrenamiento … o donde haya sido…

- Pero, qué dices… yo … yo…

- No, no te preocupes, si me lo cuentas todo, te duchas y te prometo que no le digo nada a nadie…

Penélope quedó cabizbaja unos momentos y me suplicó que no le contara nada ni a su madre ni a su hermana. Accedí pero sin retroceder en mi petición de que me lo contase todo. Ella asintió.

Nos dirigimos las dos al baño. Le preparé un baño tibio mientras ella se despojaba de sus vaqueros y su camisa. Por debajo de su sostén se percibían un par de pezones deliciosamente erectos. Pensé que era por el frío, deseé que fuera por el morbo de nuestra cercanía.

Cuando el agua estuvo lista, le dije que empezara su relato. Ella dudó. Era poca el agua de la bañera y no puse espuma, solo sales. Quería ver su cuerpo desnudo, su mano deslizándose por esa piel con la tersura que solo se tiene antes de los veinte años. Así que me puse frente a ella y deslicé mis manos por su espalda para quitarle el sujetador que cayó, indolente, a suelo.

Ella acabó de desnudarse pudorosa. La ayudé a meterse en la bañera ya totalmente desnuda. Le pedí que me contara paso a paso lo acontecido. Ella no escarceó en detalles. Todo. El entrenador pidiéndole los documentos de su taquilla. Ella sin poder encontrarlos. Los dos amigos de su hermana intentando seducirla. El entrenador entrando a los vestuarios y regañando a los dos chicos. Las manos del entrenador sobre su pecho, su tanga empapado.

Revivirlo la encendió. Sus mejillas ardían. Le pedí que siguiera. Ella debió adivinar mis deseos porque sin dejar de mirarme fijamente, me detalló como los tres gozaron de su cuerpo, a la vez que su mano bajaba lentamente por su vientre, jugaba con su ombligo, bajaba un poco más. Lento. Su lengua mojaba sus labios. Exactamente en el momento en que la mía deseaba los suyos, los inferiores, los morbosos labios de su vulva.

Ella lo presentía y por eso me provocaba, subía sus caderas sensuales, palpitantes sobre el borde del agua. Su dedo corazón rozando sus intimidades expuestas a mis ojos ávidos de ver, a mi nariz ávida de oler, a mi lengua muerta por sorber lo que mis manos no osaban tocar a menos de un metro de distancia.

Ella jugó hasta no poder contener el espasmo incontrolable que sucedió a sus propias caricias. Luego, sin dejar de mirarme, se acercó a mí y me susurró:

- Jabón, necesito jabón. Y una toalla … por favor.

Se acabó de lavar, se puso en pie y se secó. Le alcancé la ropa, se vistió y anduvo como sobre una nube hasta el salón. Recogió los discos, me dio las gracias y se marchó.