miércoles, junio 9

Isabel III


La historia con Clara nos dejó con ganas de más. A mí, porque el morbo de que Fran me viera con una mujer sin siquiera tocarse, me podía. A Fran, porque verme tocar, lamer, gozar de una mujer bella lo volvieron loco.

Tan loco que nada más irse Clara, me regaló una serie de orgasmos que me dejaron fuera de juego al poco tiempo.

Ese viernes me quedé en su casa. El sábado por la mañana sonó el teléfono de su casa.

Debe ser Isabel para pasar a recoger una carpeta por su casa. Cógelo. Sabe quién eres.

“¿Y quién soy?”

Mi mujer, ¿quién más, cielo?”

Silencio …

Si, dígame…

Isabel efectivamente tenía la carpeta de la que hablaba Fran, así que le sugerí ir a recogerla los dos a su casa.

Nos invitó a pasar. Nos negamos de plano, pero insistió. Un aperitivo, sugirió. Nunca pensé que fuera una mujer tan guapa.

Clara


La buscamos por Internet. Le mandamos una foto y aceptó encontrarse con nosotros en el Panda. Establecimos las bases, pusimos los límites. Supongo que nos pareció lo suficientemente “normal” y que le parecimos los suficientemente “normales”, porque los tres estuvimos de acuerdo en todo.

Esta vez fuimos a casa de Fran. Era mi primera vez en su casa, lo que facilitaba las cosas. Tapeamos en el salón con un vino blanco. Clara se me acercó y comenzó a acariciarme el pelo mientras charlaba distendida con Fran.

Fran se fue a por más vino y se demoró lo justo en la cocina como para que al volver la lengua de Clara buscara la mía. Lo sentí y lo miré de reojo pero sin dejar de concentrarme en la boca sensual de Clara que bajó hacia mi cuello a la vez que sus manos acariciaban mis pechos por encima de la blusa ante la mirada lasciva, supongo, de Fran.

lunes, junio 7

Reencuentro


No hubo palabras solo besos tiernos que se fueron transformando en apasionados. Manos que recorrían reconociendo su terreno. Lenguas que se rozaban al compás de diminutos gemidos de ese tipo de goce que procura el amor más que lo meramente físico.
Al darnos cuenta dejamos de luchar contra lo que sentíamos ambos y nos fundimos en un abrazo eterno de pasión y dulzura amalgamados en un éxtasis perfecto. Envueltos en un halo de deseo...


viernes, junio 4

Dilema


Dime que los hecho con alguien sin pensar en mí, cielo.”

Le conté de los dedos largos y finos de Rodrigo, de su melena al viento, de mis orgasmos en su coche. No tenía más que contarle.

Yo salí con Pedro, ya sabes… El siempre tiene alguna amiguita dispuesta a todo. Total, que me presentó a una de cuyo nombre no me acuerdo. Nos fuimos a casa de Pedro y la tía se nos lanzó a los dos. Primero con él, luego con los dos. Doble penetración. Y yo me pregunté si te gustaría. No con Pedro, cielo, no, pero con otro que tu elijas... no se…”

Le pregunté si a él le gustaría compartirme con otro hombre. Su respuesta fue un rotundo no.

“¿Y con una mujer? A mi me gustaría verte con una mujer, aunque no me dejaras participar…”

¿Dejaras?

“No quisiera que te sintieras en la obligación de verme tocar a otra mujer…”

Nunca me has obligado a nada, todo lo que he hecho lo he hecho porque he querido, cariño.

“Pero, ¿te gustaría? Hacerlo con una chica mientras yo miro…

Si, pero lo de que participes, me lo pienso, OK? O lo que surja… ¿Tienes a alguien en mente?

No, mejor la buscamos los dos, cielo.

No veo las horas, cariño.

martes, junio 1

Rodrigo


La cercanía mutua nos estaba confundiendo y decidimos dejar pasar una semana antes de vernos.

Tres días más tarde cogí un avión a la costa otra vez a casa de mi amiga Lucía, que esta vez si estaba en casa. Le conté detalladamente lo acontecido, el contacto casi imperecedero de Fran en mi casa y en mi vida, las aventuras de ambos, etc.

Lucía sentenció que necesitaba salir y ver gente nueva, no fuera cosa de que me fuera a enamorar. Nos fuimos a una disco esa misma noche. La noche en que conocí a Rodrigo. Ojos azules y …nariz grande. Rodrigo, con la libertad a flor de piel y con muchas ganas de guerra.

Bailes, copas, más baile, menos copas. Sensualidad a tope que acabó en el asiento delantero de su descapotable negro. Sus manos de dedos largos y finos me hicieron olvidar de Fran por un buen rato.

Sexo sin remilgos, sin promesas de ningún tipo. Lujuria y desenfreno sin besos de amor como se han convertido los nuestros ya, mal que nos pese.

domingo, mayo 30

¿Estás?


Te espero desnuda,

ardiente,
caliente,
sensual.
Te espero desnuda,
excitada,
mojada,
sexual.
Te espero desnuda.
¿Estás?



jueves, mayo 27

Conclusión


Una vez acabada la particular ceremonia del té, me pidió que antes de recoger me desnudara igual que lo había hecho antes él. Demoré más de media hora en recoger, lavar y secar a mano dos tazas … y desnudarme. Lo miré, lo recorrí palmo a palmo con la mirada. Vi su erección comenzar y crecer hasta más allá de su límite. Vi gotas de sudor resbalar por su cuello. Sentí mi humedad una vez más chorrear y una gota acariciar mi pierna. Noté mi sexo latir una vez más como un caballo desbocado, mi corazón acelerarse al punto de desear llorar de amor por ese hombre. Me contuve.

Caminé en silencio hacia el salón y mirándole a él mirarme desde la cocina me acaricié los pechos y los muslos con total ausencia de prisas o celeridades.

Se acercó a mí como un gato al acecho. Dibujó el contorno de mi cuerpo y su mano se deslizó por mi anatomía, de pie, entregada, a su merced.

Temí que fuera tarde hasta para implorar, pero vi su sexo elevado deseoso de mi. Me giró y me apoyó sobre la pared y levantó mi pierna penetrándome en cámara lenta un par de veces. Se despojó de mí y fue a sentarse al sofá. Me hizo hueco. Mientras besaba mi cuello acariciaba mi clítoris pidiéndome que mirase su mano sobre él. Deslizó sus dedos dentro de mi más profundo ser con rapidez, luego despacio hasta detenerse justo en el punto donde empieza a comenzar la vertiginosa montaña rusa de sensaciones.

Me giró dejando mi retaguardia expuesta y mojó mis partes con mis propios jugos. Metió un dedo, luego dos arrancando gemidos de dolor. Me embistió duramente mientas su dedo rodeaba mi clítoris enorme, mojado, expuesto. Grité, gemí, gocé, sufrí poniendo fin la la tortura auto-impuesta que mis fantasías habían provocado.