viernes, abril 23

Toujours




Sombras, penumbras danzantes
tu figura se desdibuja, fluye
viene y va
se enreda, me mezcla,
nos fundimos, nos amalgamamos
nos envolvemos
voluptuosos,
un susurro nos eleva,
nos levita, nos sucumbe,
nos mata y nos renace
estallamos, confundidos, confluidos,
extasiados, pero con ganas de más
siempre

miércoles, abril 21

Lunes


El lunes por la mañana se hacía pesado trabajar. Pedí que no me pasen llamadas. No soy de las personas que viven de recuerdos, pero no lo podía evitar. El olor de Fran había quedado grabado en mi piel. Sus susurros erotizantes aún tintineaban en mis oídos. El recuerdo de su dedo mayor sobre mis intimidades aún me hacía suspirar.

Conecté mi ordenador. Allí estaba él. Su estado: “Esperándote”.

Ana: Buenos días, campeón.

Fran: Buenos días, cielo...

Ana: ¿De buena mañana?

Fran: De adormiladas mañanas. Y te echo de menos.

Ana: ....?

Fran: Que te echo de menos. Que echo de menos tus besos

Ana:....

Fran: Tu piel...

Ana; ...

Fran: Tus caricias...

Ana: ...

Fran: Tu sexo... Que te echo de menos a ti, cielo.

Ana: Yo también. Y me excita saber que me echas de menos.

Fran: Habrá que remediarlo, entonces.

Ana: No puedo salir ahora mismo.

Fran: Ni yo

Ana:¿Entonces?

Fran: ¿Llevas ropa interior?

Ana: Si

Fran: Quítate el tanga...

Ana: ¿Fraaaan? Que estoy en la oficina....

Fran: Ya lo se, cielo. Pero quítatelo...

Ana: OK, ahora estoy sola

Fran: ¿Ya?

Ana: Si...

Fran: ¿Empezamos?

Ana: Tu dirás.

Fran: Tócate. Cierra los ojos. Piensa en tus dedos como si fueran los tuyos.

Ana: Si cierro los ojos no puedo escribir ni leer.

Fran: OK. Mano izquierda sobre tus labios, solo sobre tus labios. Mano derecha al teclado.

Ana: OK

Fran: Ni siquiera roces tu clítoris.

Ana: ¿Y tu... qué haces? Mmmmm...

Fran: Me acaricio imaginándote aunque no se cómo es tu oficina.

Ana: Mmmmm

Fran: ¿Solo mmmmm...?

Ana: Copiar y pegar.... Mmmmm

Fran: (risas)

Ana: Puedo ya?

Fran: NO

(cinco minutos después)

Ana: Aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh

Fran: No me has echo caso, cielo... Me tienes que enseñar tu oficina un día de estos. Mmmmm.

Ana: Gracias por el ... “alivio”, pero me he quedado con ganas de más

Fran: Es que no me escuchas cielo. Dije aún no.... mmmmmm

Ana: Aún no has...?

Fran: Mmmmm. Copiar y pegar

Ana: Como cuando paso mi lengua por ahí.

Fran: Mmmmm. Copiar y pegar

Ana: Sobre tu sexo duro, venoso, viscoso...

Fran: Mmmmm. Copiar y pegar

Ana: ....???!!!

Fran: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Gracias.

Ana: Un placer

Fran: El mío. ¿Nos vemos?

Ana: Déjamelo pensar...

lunes, abril 19

Domingo


Abierta como una rosa. Así me desperté aquella mañana. Sus manos rozando mi piel, mi espalda arqueándose bajo su tacto. Me pregunté si era posible tanta sensibilidad junta. Sus dedos pincelaban mi pecho, mis muslos, mi cuello y bajaban en cascada sobre mi sexo en llamas.

Su sexo acarició el mío, se introdujo, salió y entró rítmicamente hasta que sus ojos notaron la súplica de los míos y la cópula se hizo verdadera, leve primero y luego intensa. Nuestros músculos se tensaron y luego se relajaron en un goce infinito hasta estallar voluptuosos y juntos. Y así fue acabando el fin de semana con poca o nula pena y mucha gloria.

sábado, abril 17

Acto seguido


Se arrimó, jugó con el encaje de mis medias y su dedo se dirigió directamente a mis labios vaginales. Tamborileó alrededor de mi clítoris, como regañándome por la travesura. No dijo nada, No dejó de mirarme. Mojó cada unos de sus dedos con mi flujo y los chupó.

Metía y sacaba cada uno de ellos, jugando, provocando, excitándome cada vez más durante unos minutos interminables. Mi piel se llenaba de mínimas gotas de sudor, mi piel se erizaba de placer.

No me besaba, no me hablaba, no tocaba más que mi sexo. Con una sola mano. La otra apoyada sobre el sofá. Sabía que quería castigarme de alguna manera. Bendito castigo. Nuestros ojos no dejaban de enfrentarse. Los míos saliéndose de sus órbitas de tanto deleite, los de él marcando territorio.

Un segundo antes de llegar al orgasmo, bajó su lengua hacia mi clítoris y me lamió hasta elevarme al más puro y sumiso éxtasis.

In fraganti


Fran me llamó desde la oficina para avisarme que llegaba en un par de horas”. Yo acababa de salir de la ducha. Iba a una reunión.

“¿Qué ropa te vas a poner, cielo?”

“Un vestido normalito, blanco, sin escote, cuello alto, medias…”

“No quiero que te pongas nada más que las medias. Quiero que sientas el frío en tu sexo al ir por la calle. El calor, si algo te excita. Tu flujo bajando por tus muslos como si fuera mi lengua.”

Así salí a la calle, con mis pezones duros y mi sexo alerta. No se me podían borrar las palabras de Fran.

Después de la reunión, llegué a casa y le llamé para ver si tardaría mucho. Se rio y me colgó. El recuerdo de haber estado frente a tres hombres sin llevar ropa interior puesta, su ignorancia, la humedad que me notaba al cruzar y descruzar mis piernas me encendió más. No podía esperar a Fran, así que me quité el vestido, me tumbé en el sofá y comencé a tocarme delicadamente.

Justo en el momento en que mi mano izquierda jugaba con mis pezones, y mi dedo corazón de la derecha acariciaba lentamente los laterales de mi clítoris para prolongar el momento de goce, oigo la voz de Fran:

“¿Cielo, te ayudo?

Deseo

lla

Dos de la tarde, calor atroz. Fin de semana sola.. Me fui a la casa que tiene mi amiga Lucía en la playa esperando no encontrarme con nadie porque no suele ir mucho por allí, pero no quería dejar de intentarlo.

Me abrió la puerta una rubia hermosa. Me dijo que era la cuidadora y que Lucía estaba de viaje, pero teniendo en cuenta el calor que hacía me invitó a pasar a tomar un refresco.

La camiseta se me pegaba al cuerpo y noté como ella miraba mis pezones. El morbo estaba servido. Miradas, preguntas discretas, que de dónde conocía a Lucía que si me quería dar una ducha, que había ropa de Lucía…

Me dirigí a la habitación, me desnudé dejando la puerta de par en par a propósito por si se le ocurría seguirme, que efectivamente…

Yo ya estaba desnuda, la desnudé primero con la mirada, luego poco a poco mientras la besaba me alejé para mirarla de lejos. Era una diosa bajada del Olimpo. Seducción, coqueteo a tan solo veinte centímetros. Ambas sabíamos lo que hacíamos

Mi lengua sobre su cuello. Sus manos sobre mis pechos, sus labios en mis orejas, caricias y miles de besos. Mientras la besaba subí su pierna sobre una silla y comencé a masturbarla mientras ella se empeñaba enhacerle el amor a mi oreja y yo me dejaba.

La alfombra de la habitación fue testigo de gemidos de dos mujeres con hambre de ternura de mujer pero con las ansias salvajes del simple deseo, ese que no tiene fronteras ni sabe de sexos ni de identidades. Solo y puro deseo.

Primera vez


Llegó mi hermana como siempre, estresada, agotada, desquiciada como si fuera la única mujer que trabaja y lleva una casa a pesar de que tampoco tiene hijos a decirme que sus suegros y cuñados han invadido su casa y que por favor le deje una habitación a su sobrina.
Me niego tajantemente a sentirme invadida. Además la estresada, la agotada, la desquiciada, en resumen, la mal "atendida" no soy yo. Fran me atiende muy bien. Pero a veces me da hasta pena, así que convencí a Fran de que esta noche, que pensábamos ir cada uno por su lado, se pasase al menos un rato a hacerme compañía.
Unas horas más tarde aparece la niñata con cara de pija, mojigata y menos "atendida" que mi hermana. “Nada, es un favor que ya te devolveré, hija”, me dice.
Nos sentamos a cenar y Fran, entre divertido y disfrutando de alguna manera de la situación, empieza a hacerle un cuestionario a la niñata que al final hasta me hace reír y todo. Después de cenar nos vamos a tomar el café al sofá. Ella no toma y se queda plácidamente dormida. Iba yo a decirle que subiera a su habitación cuando Fran me dice que la deje, que le da morbo tocarme mientras ella está allí.
Yo le confieso que verle la faldita esa subida me excita y que si nos tapamos con la manta le dejo que haga lo que quiera. Fran, sigue mirando la tele y mientras me abraza, con sus piernas y sus brazos y yo intento también mirar la peli, va metiendo sus dedos dentro de mi tanga buscando directamente mi clítoris. Yo no puedo dejar de suspirar mientras siento los dedos de él y miro las piernas torneadas de ella. Subo la mirada hacia sus pechos pequeños pero duros con los pezones marcados. Antes de correrme le pido a Fran que subamos, no aguanto más las ganas de chillar, de llegar a un orgasmo a gritos como me gusta, así que despierto a la chica y nos vamos los tres para arriba.
Una vez en la habitación doy rienda suelta a mi delirio. No dejo de implorarle a Fran que me alivie y mientras entra y sale de mi me dice que lamenta no haber sido solo él quien me puso así sino también la sobrina de mi hermana. Que me lo diga así, sonriendo, en tono burlón, me enciende aún más y le suplico que me lo haga por detrás mientras me masturba. Lo hace porque sabe que es la postura que más me gusta. Y en ese preciso instante noto que no estamos solos, que ella nos espía por la puerta entre abierta de la habitación. Contrariamente a lo que ahora pienso, seguí disfrutando de Fran y dejé que nuestra voyeur particular también disfrutara. Acabé antes que Fran y me separé de él rápidamente para invitar a nuestra espía. No quería asustarla, así que tumbada en la cama boca arriba, aún sintiendo el semen de Fran escapar por mi vagina, la llamé en voz muy baja.
“Carlota, ven, por favor”. Fran me miraba incrédulo al verla entrar sin poner objeción y sin dar la más mínima explicación.
El sexo de Fran parecía hincharse aún más. Hice tumbar a Carlota entre los dos y poco a poco la fuimos desnudando. Ella no ponía resistencia, es más, su cara de gozo nos ponía más a los dos. Fran la besó levemente en los labios como pidiendo permiso. Luego bajó hacia sus pezones erectos, duros casi entumecidos, su pecho palpitante.
Yo me bajé hacia su sexo con poquísimo vello, bien depilado por los lados como para poder llevar muy bien un tanga. Comencé a rozar mis labios con los de su vagina, despacio, casi imperceptiblemente. Carlota gemía despacio, casi avergonzada pero no daba la impresión de que deseara que cesásemos de darle placer.
Sus gemidos se hacían cada vez más intensos, mi lengua serpenteaba por su sexo bañado ya. Fran me hizo un gesto. Entendí que no quería que la hiciera correrse aún, así que me quité.
Fran introdujo lentamente su pene en la boca de Carlota que lo chupaba como si le fuese la vida en ello. Fran se retiró. Ambos la miramos. Carlota se montó encima de Fran y dejó que él desgarrara su virginidad mientras me pedía que la tocara. Se le caían las lágrimas al sentir el dolor de la envergadura de Fran dentro de ella pero gemía y cabalgaba lenta pero acompasadamente sobre él.
Le sugerí mi postura preferida, así podía yo ir masturbándola despacio, pero se negó, quería sentirlo a Fran por completo. Cuando Fran acabó, la sentó sobre mi boca e hizo que la lamiera. Suspiraba, gozaba por primera vez en su vida y no quería perderse nada. La tumbé de espaldas y mientras Fran atacaba sobre mi retaguardia, me comí a la lolita hasta hacerle arrancar el mejor orgasmo de toda su vida.

Viernes


Los días se sucedieron entre risas y orgasmos, besos y confidencias. Nunca hubiese pensado que el relato de las infidelidades consentidas de Fran pudieran excitarme tanto. ¿Será la seguridad que me da su sinceridad? No, mejor no me lo planteo.

Sus escarceos, lejos de preocuparme, me incitan más. Sus manos dejan de recorrer otros cuerpos para recorrer el mío, sus labios humedecen los míos olvidando al resto. Y nos vamos metiendo juntos en un morboso laberinto sin salida.

Los días se suceden lentamente como su lengua sobre mi sexo, mi sexo sobre el suyo, sus manos sobre mi piel. Ardemos, explotamos. ¿Será amor? Chi lo sa ...

Miércoles:


Fran se levantó pronto a buscar el periódico. Yo salí a la calle a esperarlo volver. Nada más verle no pude evitar sentirme húmeda. Estaba tan guapo con su polo blanco y esos jeans desgastados…

Si parar de sonreír entramos. Una suave llovizna hacía brillar las escaleras de piedra. La habitación era acogedora. Fran no paraba de mirarme sin decir nada. Las palabras sobraban. Nos besamos suavemente, sin prisas.

La sensualidad del olor a perfume junto al olor de su piel, húmeda por la suave llovizna del exterior, danzaban en una mezcla extraña pero deliciosa.

Apoyé mi espalda sobre la pared y cerré los ojos. Los dedos de Fran jugueteaban con mi pelo también húmedo, su lengua en mi lengua, retorcidas.

Levantó despacio mi pierna sobre su antebrazo, se acercó aún más, si cabía. Sentí su sexo rocoso sobre mi entrepierna detestando sus jeans gastados. Su otra mano buscó el punto de inflexión entre mis dos piernas y dejé que el tiempo se detuviera en un suspiro intenso.

lunes, abril 5

Semana Santa en el cielo


Martes

Fran pasó a buscarme por la mañana. Nada más subir al coche me pidió que le contara todo. Casi me sonrojo, pero le conté cada detalle, cada gesto, cada orgasmo con Penélope esa noche de viernes y de cómo el sábado me apetecía estar sola y descansar. El también sonreía divertido pero no me preguntaba nada. Al acabar de contarle mi sábado me preguntó por mi domingo… y mientras yo le contaba cómo había jugado conmigo misma, de cierto aparato curiosísimo que había comprado en un sex-shop cercano a casa, comencé a tocarlo. Hasta me atreví a bajarle la cremallera.

Fran desaceleró y se dejó hacer entre relatos y succiones. Entre paradas y lengua pincelando; pintó mi cara de blanco.

Comimos cerca de la playa. Llovía. La siesta aconteció entre suspiros, gemidos y mucho morbo. Yo esperaba el relato de su fin de semana con ansias, pero serena.

Martes noche

Nos sentamos solos al lado de la gran chimenea del salón de la casa rural donde estábamos. Eran más de la 1. Habíamos cenado en el puerto.

Nos sentamos abrazados y Fran comenzó su relato:

Quieres que te sea sincero, duro, explícito, o prefieres que camufle lo duro del relato con palabras suaves…” Mi mirada le contestó.

“Fui a la casa de Luis donde me encontraría con él y su hermano. Luego vendrían tres tías de infarto, según Luis para los tres. Matías nunca apareció, así que nos encontramos con tres tías efectivamente de infarto y con muchas ganas de juerga. Luis se fue con una de las dos rubias a su habitación, así que las otras dos y yo nos quedamos en el salón.

Les pedí que se desnudaran solitas, quería verlas en acción. Luego les dije que quería que se la montaran entre las dos mientras yo miraba. Me gustó, Anny, no puedo mentirte, me encantó ver a las dos tías tocándose, frotándose, besándose. Y aunque ahora piense que me hubiese encantado que una de ellas fueras tú, en ese momento ni me acordé de ti, cielo. Es apasionante ver a dos mujeres en una cama. Una acariciaba a la otra con esa dulzura que solo dos mujeres se saben dar mientras la otra deslizaba su lengua por todo su cuerpo. Después, manos acariciando, lenguas lamiendo, brazos y piernas entreverados en un amasijo imposible. Posturas incómodas, orgasmos, gemidos… No deseo entrar más en detalles. Prefiero hacértelo ahora, dibujarte en la piel mi infidelidad con dos mujeres que no significaron nada más que un inmenso placer que un día espero compartir contigo algún día.”

Subimos a la habitación y cumplió con lo que yo también quería: que me dibujase en el cuerpo su infidelidad consentida. Que desgarrase de mi gritos de placer. Hacer el amor sin vergüenzas, sin tapujos, sin mentiras. Que me hiciera el amor recordando el sexo que había tenido con otras...